Germina tus propias semillas en 4 sencillos pasos


Los germinados son una fuente extraordinaria de energía vital y no deben faltar en la dieta de los vegetarianos y veganos.
Germinar semillas o granos en casa es muy fácil, incluso sin germinadora.
Por 
Laura Kohan

Contrariamente a lo que se suele pensar, hacer germinados en casa es muy fácil, con o sin germinadora. Si nos organizamos bien, seguimos ciertas reglas y les dedicamos 5 minutos por la mañana y 5 minutos por la noche, tendremos los mejores y más sabrosos suplementos naturales que existen en forma de una variada selección de germinados que complementarán nuestra dieta durante todo el año.
Tenemos al menos cinco posibilidades en función de nuestro presupuesto o el espacio en la cocina que van desde la autosuficiente germinadora eléctrica, que va a encargarse de todo el proceso, perfecta para personas con posibles y muy ocupadas, hasta el humilde plato hondo y colador de plástico que todos tenemos en casa. Este último sistema es uno de los menos recomendables desde el punto de vista de la higiene de nuestros brotes ya que van a estar más expuestos a microorganismos. Entre estos dos sistemas de germinar tenemos otros bastante prácticos y efectivos entre los que cabe destacar al menos cuatro:
La germinadora de bandejas apilables
El germinador de barro
El tarro de cristal de boca ancha
La bolsa de algodón
Podemos ir probando varios sistemas para encontrar el que más nos guste pero para empezar, y sin necesidad de invertir en costosos aparatos, una forma eficiente y segura de germinar es con un bote de cristal. Podremos reutilizar cualquier tarro de cristal de boca ancha de nuestra cocina y para proteger los germinados usar la misma tapa muy agujereada o un trozo de tela de mosquitera. Es mejor utilizar un bote de al menos medio litro y empezar germinando poca cantidad hasta que nos familiaricemos con las proporciones ya que, en cuanto las semillas empiecen a germinar y expandirse, van a necesitar mucho espacio. También es importante que el bote tenga una boca muy ancha ya que va a convertirse en una tarea titánica sacar los brotes sin romperlos. Todo el proceso se puede resumir en cuatro pasos muy fáciles:
Paso 1: El remojado

Este primer paso es importante y no debemos saltárnoslo o acortarlo ya que al hidratar bien las semillas o los granos logramos que se ablande su capa exterior y que le cueste menos romperla cuando intente germinar. También con el remojado disolvemos y eliminamos las sustancias que impedían el proceso de germinado.
No existen unos tiempos de remojado exactos ya que la calidad y la edad de la semilla puede hacer oscilar en varias horas el tiempo de hidratación, pero es siempre mejor quedarse cortos que pasarse ya que un contacto prolongado con el agua puede hacer que la semilla se pudra.
El agua del remojado deberá estar tibia y a ser posible filtrada o destilada para asegurarnos que esté libre de metales pesados. Usaremos agua caliente en el caso de las legumbres con una piel más dura como la soja verde o la azuki.
Para un tarro de un litro, dejaremos unas tres cucharadas de la misma variedad de semillas remojando en al menos 3 veces su contenido en agua y las removeremos bien dentro del agua para que no se peguen entre sí.
Todas las semillas que floten al final del tiempo estimado de remojado deberemos quitarlas con un colador pequeño ya que no nos valdrán para germinar y pueden crear mohos y levaduras en el proceso de germinación. Ciertas semillas con gran cantidad de mucílagos como la chía, el lino, el amaranto o los berros no necesitarán remojado.
Una vez en el agua, las dejaremos las horas estimadas en un lugar oscuro o tapadas con una mosquitera oscura.
Paso 2: La preparación

Pasado el tiempo de remojado, colamos las semillas y las enjuagamos.
Colocamos las semillas dentro del tarro de boca ancha, que habremos lavado previamente con un poco de vinagre.
La mejor tapa posible para nuestro tarro y una que no nos va a dar mucho trabajo de fabricar sería un cuadrado de mosquitera plástica que cortaremos en función del ancho del tarro y sujetaremos con una banda elástica.
Este tipo de “tapa” además de permitir que entre el aire sin problema nos servirá de colador cada vez que enjuaguemos las semillas y es reutilizable.
Cuando las hayamos escurrido dejaremos el bote inclinado con la obertura hacia abajo sobre una bandejita para que termine de escurrir el agua restante.
Paso 3: El cuidado

 Esta es la parte más fácil y también la más delicada. Fácil porque todo el trabajo lo van a hacer las semillas, pero delicada porque si nos pasamos con el agua o las colocamos en el lugar con poca ventilación o a una temperatura inadecuada terminarán desarrollando mohos indeseables y deberemos tirarlas.
 Hay que buscarles un espacio en nuestra cocina, despensa o salón donde tengan una temperatura suave y constante que ronde los 20º C y resguardar el bote de la luz hasta que empiecen a brotar.
 Para asegurarnos de darles a las semillas el agua justa, sólo hay que enjuagar los brotes cada 8-12 horas y retirarles todo el exceso de agua agitando bien. Esto lo podemos hacer sin necesidad de quitar la tapa agujereada o de mosquitera.
 Si hacemos brotes en verano y hace más calor dentro de casa, debemos enjuagar los brotes más a menudo.
 En el momento que los brotes tengan al menos 2 centímetros, algo que puede tardar entre 1 o 5 días, ya podemos exponerlos a la luz solar pero siempre indirecta.
 En este punto del proceso bastaría con vaporizar las semillas una vez al día para minimizar su exposición al agua. Si lo que germinamos son semillas de las aliáceas (ajo, cebolla o puerro) deberemos armarnos de paciencia, ya que pueden tardar en empezar a germinar más de una semana y estar listas en dos.
Paso 4: La conservación

Cuando los brotes hayan germinado totalmente y tengan sus hojitas, los sacaremos del tarro y los guardaremos en la nevera.
Un truco para que los germinados nos duren más tiempo y no se nos pudran por la humedad residual de la base es meterlos en un recipiente hermético muy limpio donde hemos colocado en el fondo dos o tres capas de papel de cocina o hemos puesto un paño fino y limpio de algodón. De esa forma el papel o la tela recogerán la condensación que vaya hacia el fondo.
Es importante que el recipiente sea grande para que los brotes tengas espacio y no estén comprimidos. Bien guardados los germinados nos pueden durar sin estropearse o perder muchas propiedades entre una y dos semanas, en función de la variedad.
Es conveniente que el mismo día que estén listos los germinados y liberemos el tarro, vayamos empezando con el remojado del siguiente cultivo para tener asegurada la reserva de brotes de la semana siguiente.
Consejos y trucos para optimizar su uso
La calidad de las semillas es tan importante como el proceso de germinado y por eso debemos utilizar unas que sean biológicas y frescas.
Nunca debemos usar unas semillas que hayan sido tostadas, irradiadas ni tampoco a ser posible transgénicas.
Las semillas que no germinen y que podamos apartar sin mucho trabajo debemos desecharlas ya que tienen un alto contenido en antinutrientes.
No hay que confundir con moho la “pelusilla” blanca que se forma durante la germinación en la raíz de algunas semillas como las de la variedad de las brássicas.
Hay que intentar tomar siempre los germinados crudos ya que es la mejor forma de aprovechar todas sus propiedades. En el caso de los brotes de legumbres se pueden escaldar o saltear uno o dos minutos para asegurarnos de inactivar sus antinutrientes o suavizar su sabor.
Los germinados deben comerse enteros, incluyendo las raíces y las hojas. Sólo si tenemos problemas digestivos ponemos sumergir en agua los brotes de ciertas legumbres, removerlos bien y colar las pieles que floten para retirarlas.
Si no solemos comer legumbres porque tenemos problemas para digerirlas una solución es tomarlas siempre pre-germinadas. Ocho horas de remojo y un día de germinación bastarán para cambiarles la estructura y multiplicar sus propiedades. En este caso importa menos que pierdan nutrientes en la cocción porque se compensa con los que se ganan en la germinación y además eso es mejor que no comerlas.
En las ensaladas siempre que podamos es conveniente sustituir la verdura por su versión germinada, ya que nos aportará hasta 10 veces más propiedades y ayudará a mejorar nuestra digestión de todo lo que comamos durante o después de ellos.
Los brotes de sésamo se vuelven amargos si se dejan más de 48 horas germinando.
Las semillas más picantes como la mostaza, los rábanos o los berros podemos combinarlas con otras de igual tiempo de germinación en una proporción 20-80 para que den así den sabor sin anular el sabor de los otros germinados y además protejan de los mohos a las otras semillas con sus poderosas cualidades bactericidas.


Los mejores germinados para la salud

Presentamos algunos de los mejores brotes y sus características: propiedades nutritivas, sabor y uso en nuestra gastronomía.

Los germinados son un alimento vivo de tantas y extraordinarias propiedades que deberían ser uno de los alimentos estrella en toda cocina, y más especialmente en la de los veganos y vegetarianos. Toda esa fuerza vital que encierran, en forma de enzimas y aminoácidos, la vamos a trasladar a nuestro organismo fortaleciendo nuestras defensas, depurándonos y favoreciendo la asimilación del resto de los alimentos que comamos junto a ellos.

La magia de estas pequeñas semillas y granos es que con tan sólo la ayuda de un poco de agua, calor y luz son capaces de transformarse y multiplicar espectacularmente su nivel de nutrientes con respecto a los de su futuro formato. Se podría decir que son la versión mejorada y aumentada de su cereal, legumbre, semilla, hierba o vegetal.

Presentamos algunos de los mejores brotes, sus características, propiedades nutritivas, sabor y uso en nuestra gastronomía.

Son uno de los brotes más completos y ricos en nutrientes, entre los que hay que destacar un 35 % de proteínas con todos sus aminoácidos esenciales.

Son muy remineralizantes y energizantes. Perfectos para deportistas, niños y embarazadas.

Por su sabor suave y fresco, se pueden incorporar a ensaladas de frutas o para rellenar sándwiches y darles un punto más crujiente y jugoso.

Son muy ricos en vitamina A, B2, C y E así como en calcio, hierro, fósforo y potasio.

Son un gran depurador y un buen tónico para la astenia.

Tienen un regusto picante por lo que no hace falta añadir mucha cantidad a las ensaladas o sándwiches.

Quedan muy bien encima de sopas frías (o no muy calientes) para darle un contraste de fuerza y frescura.

Aportan vitamina C, hierro y potasio.

Mejoran considerablemente las ya increíbles propiedades anticancerígenas del vegetal y aportan mucha fibra.

Quedan muy ricos si los incluimos en platos de pasta, combinados con puré de patata o encima del tofu a la plancha o asado.

Rebosan vitaminas A, B1, B2, B3. C, muchos minerales y antocianos.

Por eso es uno de los brotes más rico en antioxidantes y mejores para reforzar el sistema inmunitario.

Se pueden servir sobre rodajas de patata cocida, en una ensalada con manzana y cebolla frita o combinados con lechugas y frutos secos.

Contienen mucha clorofila, proteínas y fibra.

Ricos además en vitamina A, hierro y potasio.

Aportan un sabor suave y dulzón que los hace perfecto para cualquier receta, incluso las dulces.

Tienen un elevado contenido proteico y un amplio abanico de minerales.
Muy útiles para depurar el hígado y abrir el apetito.
Tienen la cualidad de mejorar el olor corporal tras ser digeridos.
Destaca su fuerte sabor y regusto amargo.
Quedan muy bien combinados con otros brotes más suaves en una ensalada de hojas verdes.
Se pueden poner sobre tostaditas untadas con paté vegetal o queso de frutos secos.

Son muy nutritivos, ricos en fibra, hierro y zinc y su proteína es mucho más fácil de digerir que en las lentejas sin germinar.

Gracias a su fibra soluble, que se multiplica por 3 al germinar, es un alimento muy bueno para bajar el colesterol.

Sabor suave y ligeramente dulce. Aunque se pueden comer crudas sin problema (a no ser que tengamos problemas digestivos) quedan más ricas ligeramente salteadas junto a cereales o verduras.

Muy aconsejables para elaborar patés vegetales.

Son unos brotes muy ricos en vitamina C y clorofila.
Perfectos para depurarnos el hígado y reforzar nuestro sistema inmune.
Es uno de los germinados más picantes y por eso hay que tomarlos en pequeñas cantidades o mezclados con otros.
Quedan muy ricos en aliños, sobre verduras al vapor o dentro de un sándwich en lugar de la mostaza en salsa.

Doblan el aporte de calcio que su versión en verdura.

Sirven de estimulante gástrico para abrir el apetito y son perfectos para eliminar líquidos y depurarnos.

Tiene un sabor todavía más picante que el rábano y por eso queda muy bien mezclado con otros brotes más neutros como los de legumbres o cereales.

Podemos combinarlos con remolacha rallada muy fina y hacer una saludable pasta para untar.

Refuerzan el sistema inmunitario por sus múltiples propiedades antioxidantes.

Son unos brotes exquisitos y con un punto picante que combinarán muy bien en todo tipo de ensaladas.

Quedan especialmente bien puestos justo antes de comer sobre pizzas veganas.

Son los brotes más ricos en proteínas (un 40 %).

Perfectos para dietas ya que aportan 30 calorías por 100 gramos frente a las 340 de las habas y, además, sus proteínas son más fáciles de digerir.

Son muy remineralizantes y una buena ayuda para bajar el colesterol malo.

Tienen un sabor fresco y neutro y una textura muy crujiente.

Ideales para todo tipo de platos y especialmente en ensaladas de cereales, y salteados con semillas y verduras.

Son muy completos en su aporte de vitaminas y minerales aunque a diferencia de la soja común aportan la mitad de proteínas.

Contienen todos los aminoácidos esenciales y muchas enzimas digestivas beneficiosas.

Aunque se usen de la misma manera que la soja, su sabor es más delicado.

Conviene quitarles las cáscaras externas antes de comerlos sumergiendo los brotes en agua para que sean más fáciles de digerir por los estómagos delicados.

Al germinar el trigo multiplicamos considerablemente su contenido de vitamina C y E así como sus niveles de calcio, fósforo y magnesio.

Ideal para elaborar una bebida enzimática llamada Rejuvelac y para hacer panes “vivos”.

Unos brotes muy ricos en proteínas, potasio y fósforo.

Apropiados para tratar anemias, regular la presión arterial y estimular el apetito.
Aunque pierdan un poco de propiedades por el calor son excelentes para incluir en la masa de los crepes en lugar de la harina o dentro de salteados rápidos de verduras.




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